Tres islas, dos continentes
Uno de los atractivos de Sihanouk Ville es la excursión a las tres islas que todos los hoteles y tour operators ofrecen por 15 dólares, con desayuno y comida incluidos. Yo lo contraté en mi hotel, en la playa de Ostres, alejada unos kilómetros del centro. Una moto vino a buscarme y me llevó hasta la playa en donde me esperaba una barcaza. Iba a compartir viaje con cuatro chinos y cinco indios, representantes de las dos grandes potencias asiáticas, y cuatro alemanes y dos inglesas, las dos grandes potencias europeas. Yo era el único español, el representante de una república bananera que basó su crecimiento en la especulación sin límites y que ahora no pinta casi nada en el universo económico.
Nada más llegar a la primera isla y saltar al agua con gafas y tubo de submarinista aficionado, veo a uno de los chinos arrancando coral desesperadamente. Intento explicarle que no debe hacerlo. Pone cara de no entender y pasa de mí. Sigue los patrones de su país. China ha devastado las selvas de Camboya y Myanmar, la antigua Birmania, a cambio de ayuda económica. Como me explicaba un sacerote italiano que lleva 15 años en este país, es un cáncer que destruye todo lo que toca. El negocio es lo primero y el medio ambiente no tiene la más mínima importancia.
Los indios son los únicos que saludan y hablan a todo el mundo. Son joviales, alegres y se les ve muy seguros de si mismos. Son emprendedores natos y están contentísimos porque ven en Camboya un país con inmensas posibilidades para invertir. “Apenas hay normas, la tierra es muy barata y todo está por hacer”, dicen. En pocos años despegará y no se parecerá en nada a lo que es hoy. Trabajan para una compañía de sofware y dicen tener la patente para todo el país. Son cultos, preparados y muy sociables. No se parecen en nada a los chinos.
Por su parte, los alemanes se los miran en silencio y sin mediar palabra. Tal como van las cosas por Europa… Parecen mirar con suspicacia la intrusión China y la imparable India, que ya la han desplazado en su superioridad económica. Las inglesas son las únicas que hablan con los indios, a parte de mí, claro. Quizá por los lazos que tuvieron como antigua colonia de la Corona. No se les negará que siempre han sido muy hábiles para nadar en todas las aguas, con Europa, pero no del todo, con Norte América y con quien haga falta.
Yo soy el único que habla con todos, hasta con los chinos. Juego mi papel de representante del diálogo de civilizaciones, aunque tengo la impresión que, con la excepción de los indios, ningún otro está interesado en un país al borde del abismo.
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