China conection
Myanmar, Laos, o Camboya tienen en común una gran dependencia de China, la gran potencia vecina, que les construye carreteras y pantanos, entre otras cosas. Los trabajadores empleados para tales obras, no son, no obstante, del país receptor. China exporta también su mano de obra. Miles de chinos se trasladan cada año a estos países con billete de ida, y sin retorno. Los países receptores de la ayuda china han de aceptar como nacionales suyos a los trabajadores chinos que llegan al país. Es una de las condiciones impuestas por el gigante asiático.
Una vez han concluido las obras, dicen las gentes de lugar, los chinos se hacen de oro con el tráfico de drogas y las redes de prostitución que hacen proliferar en el país que los ha acogido. Todo ello con absoluta impunidad, y bajo la protección del Gobierno Chino. Los suculentos beneficios obtenidos de tal guisa se invierten en todo tipo de negocios: restaurantes, hoteles, empresas de transporte, tiendas, almacenes… El resultado salta a la vista para cualquiera que se aproxima a estos lugares lejanos. Detrás de cualquier negocio hay siempre un empresario chino.
Y es que China no regala nada. Con este flujo continuo de chinos, que acaban controlando la economía del país, se asegura un mercado ilimitado para sus productos. Y de paso, y con el tiempo, también un poder político, no exento de muchos problemas sociales, como las últimas revueltas en Tailandia, país en manos de tres grandes familias de origen chino.
El choque cultural entre el pragmatismo chino, enfocado totalmente a los negocios, y la praxis budista de Myanmar, Laos o Camboya, crea también grandes recelos entre los autóctonos. Tienen estos la sensación de que China se está apoderando “de facto” de su país. Una ocupación en toda regla, pero pacífica, sin armas, y mucho más efectiva que otras ocupaciones contemporáneas.
El gigante asiático utiliza la misma estrategia en África, y sigue ganando terreno en otros continentes. La compra de la deuda americana primero, y la española, recientemente, forman parte, sin duda de otra estrategia, de la que no se habla demasiado y que debiera ocupar la atención de intelectuales y expertos. Porque ahí puede estar la clave de hacia donde vamos y que futuro nos espera.
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