HISTORIA DE CHILE…
De camino a la Argentina cae en mis manos la
guía de Lonely Planet sobre Chile. Aprovecho las 5 largas horas de viaje para
leerme el apartado que se refiere a la historia de este país. Los autores del
libro son todos extranjeros, de Canadá, Nueva Zelanda i Norteamericano. Me
parece que puede ser una aproximación bastante más objetiva que la que he
obtenido de los chilenos con los que he hablado durante mi viaje, sobre todo
aquellos que, sin ningún tipo de problema defienden la gestión del dictador
Pinochet.
Según Lonely Planet, a los conquistadores
españoles les fue relativamente fácil hacerse con el control del norte de Chile
(el sur, dominado por los fieros Mapuche es otra historia muy diferente). El
hecho es que los habitantes de esta zona estaban muy organizados y
acostumbrados ya a ser explotados por los reyes Incas. Los españoles fácilmente
reemplazaron la autoridad local inca, y todo siguió igual, pero con diferente
amo.
El extremeño Pedro de Valdivia fue el
encargado de conquistar las tierras al sur de Perú. Una vez en su poder
compensó a sus seguidores con enormes parcelas de tierra, exportando el sistema
latifundista que tan bien conocía. Muchos de estos latifundios se mantuvieron
intactos hasta los años 60. Y sus propietarios, explotando primero a los
indígenas, y después a los inquilinos a los que dejaban trabajar en sus tierras
a cambio de determinadas prestaciones,
se convirtieron en la clase dominante en el país.
Hacia el año 1820 el imperio español ya se
había desintegrado, en parte por la incapacidad de Madrid de satisfacer los
intereses de las diferentes colonias, y una obsesión centralista a la que solo
interesaba cobrar impuestos.
Después de la independencia, la distribución
de la tierra y la reforma agraria fueron objetivos políticos que toparon una y
otra vez con el poder de los grandes terratenientes. Bernardo O’Higgins, al
mando de la primera república chilena fue
el primero en intentarlo. La elite aristocrática aliada con los militares le
obligaron a dimitir en 1823 y exiliarse a Perú.
En su lugar colocaron a Diego Portales,
defensor de los intereses de los grandes terratenientes, y que como ministro de
interior, actuó de facto como un dictador, hasta que un levantamiento popular
acabó con su vida en 1837.
Tras la guerra del Pacífico, los chilenos se
anexionaron el sur de Bolivia, gracias a la ayuda económica de las empresas
británicas, alemanas i estadounidenses, interesadas en las riquezas de la zona.
Los nitratos primero y el cobre después enriquecieron al país y crearon una
nueva clase trabajadora y nuevos ricos que pronto acabaron con el dominio
conservador en la política. Así, en 1886 conseguía la presidencia de Chile José
Manuel Balmaceda, una gran figura, que tras muchos logros en infraestructuras,
educación y sanidad quiso reformar de nuevo el injusto sistema latifundista.
Los conservadores rechazaron sus planes y
aliados de nuevo con un militar, el comandante naval Jorge Montt, provocaron
una guerra civil en la que murieron más de 10.000 chilenos. Los terratenientes
mantuvieron así su poder hasta bien entrado el siglo XX. La elección del
Presidente Arturo Alessandri Palma que se presentó con un importante programa
de beneficios sociales, trajo esperanza
de nuevo a las clases trabajadoras. Los conservadores, repitiendo la historia,
se alían de nuevo con el ejército y lo fuerzan a renunciar (1924).
Fue substituido por un dictador, el General
Carlos Ibáñez del Campo, cuya desastrosa política le obligó a exiliarse a
Argentina en 1931. Durante esos años las compañías norteamericanas se habían
hecho con el control de la minas de cobre del norte del país, la columna
vertebral de la economía chilena. Y nacionalizarlas y devolver el control a
Chile iba a ser desde entonces otra de las reivindicaciones de los partidos de
izquierda.
En 1958 llegó al poder el conservador Jorge
Alessandri, pero con una clara minoría respecto a los partidos de izquierdas,
que habían visto aumentar su presencia considerablemente en el Congreso. En las
elecciones de 1964, la victoria fue para el democristiano Eduardo Frei, que
también llevaba en su programa el fin del sistema latifundista. A pesar de
algunos logros, no consiguió satisfacer las expectativas de la clase
trabajadora.
En una situación económica muy crítica y con
un programa muy radical que incluía la nacionalización de las minas, los bancos
y las compañías de seguros, además de la expropiación y distribución de los
grandes latifundios, Salvador Allende consigue la presidencia de Chile en
octubre de 1970. Se presentaba con una coalición de partidos de izquierda nada
fácil de contentar.
Desde el principio contó con la oposición del
congreso, empresarios y terratenientes, que provocaron el caos a base de
bloqueos y huelgas. Los Estados Unidos evitaron la llegada de crédito exterior
para el gobierno de Allende, y apoyaron a la oposición, económica y moralmente.
A pesar de todas las dificultades con las que contó, Allende ganó de nuevo las
elecciones de marzo de 1973 y con más apoyo que la primera vez.
Pero en septiembre de 1973 el General Augusto
Pinochet Ugarte protagonizó un brutal golpe de estado que provocó la muerte de
Allende, así como la de miles de sus seguidores. Cientos de miles se exiliaron.
Los conservadores creyeron que pronto restablecería un gobierno civil, como
había ocurrido tantas veces a lo largo de la historia de este país. Pero se
equivocaron. Pinochet llegó con idea de quedarse, y para asegurarse su poder no
dudó en implantar un sistema de represión, tortura y asesinatos. La tristemente
famosa Caravana de la Muerte recorrió el país matando a políticos de izquierda
y simpatizantes.
En 1987 Pinochet perdió el plebiscito que
había convocado para seguir en el poder hasta 1997. El partido Concertación
para la Democracia ganó las elecciones de 1989. El dictador se marchó pero
dejándolo todo atado y muy bien atado. El se mantenía como senador vitalicio,
que le confería una inmunidad en el país. Y los militares seguirían disfrutando
de grandes prerrogativas y poder en Chile.
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