diumenge, 28 de juliol del 2013

Polinesia Francesa

La otra cara del paraíso 

Las islas de la Polinesia Francesa se encuentran en pleno trópico. Eso quiere decir que gozan de un clima siempre cálido, pero atemperado, con una época en que llueve más y otra en que llueve menos. La vegetación es abundante y exuberante. Las playas de arena blanca, y las aguas de diferentes tonos de azul, entre  turquesa y curaçao, con abundante coral en el que viven infinidad de preciosos peces de todos los colores. Un paraíso, en el que se vive, en general, de manera tranquila y relajada. Sin estrés. Aunque también lleno de mosquitos.

La mayoría de las familias viven en pequeñas casas rodeadas por todo tipo de plantas ornamentales y árboles frutales. Cocos, mangos, el fruto del pan, maracuyás, papayas, plátanos, entre otras frutas, así como diferentes tipos de verduras y tubérculos, como el taro, la patata dulce, o la tapioca, que crecen por doquier. Si a eso le añadimos que todas las islas están rodeadas de tranquilas aguas, en donde la pesca es fácil y abundante, se comprende enseguida, que difícilmente nadie puede morir de hambre en estas latitudes.

Dejando a parte Tahiti, la isla principal, en donde vive la mayoría de la población, los isleños se han acostumbrado a ser bastante autosuficientes. La llegada de un barco con provisiones (comida, electrodomésticos, motores de embarcación, o incluso vehículos), una o dos veces al mes, es todo un acontecimiento, y todos los vecinos se acercan al puerto para recoger sus mercancías.

La nefasta colonización

Los primeros europeos llegaron a estas paradisíacas islas a finales del S.XVIII. La Sociedad Misionera de Londres desembarcó en Tahití en 1797. Antes, los pescadores de ballenas y otros comerciantes se encargaron de difundir diversas enfermedades contra las que no estaban inmunizados los habitantes de las islas. Fomentaron la prostitución e introdujeron el alcohol y más armas. En Tahití la población pasó en 10 años de 40.000 a 20.000 y sólo 6.000 personas en 1820. En las islas Marquesas pasaron de 80.000 a 2.000 en 100 años.

Francia se anexionó Tahití y Moorea en 1846. En 1888 ya controlaba 4 archipiélagos y en 1900 se hizo con las islas Australes. Hasta el año 1957 no se considera este territorio oficialmente como Polinesia Francesa. En 1961 se abre el aeropuerto internacional de Faaa, a pocos quilómetros de Papeete, la capital, y con ello la puerta de acceso al turismo.

Como hicieran los españoles en América en el siglo XV, los misioneros fueron los encargados de evangelizar a la población local. Con la arrogancia propia de una cultura que siempre se ha considerado superior, intentaron destruir todo vestigio de las culturas con que se encontraron. Destruyeron la mayoría de “maraes”, los altares sagrados que los habitantes de la Polinesia habían levantado durante generaciones. Les prohibieron la vestimenta habitual, demasiado ligera para la moral europea, los bailes, demasiado eróticos, y hasta llevar flores en las orejas.

Las islas se llenaron de iglesias de todo tipo, católicas y protestantes primero, Testigos de Jehová, Adventistas, Mormones y Dios sabe cuantas más después. Y poco después de escuelas, en donde se enseñaba la cultura del blanco, en la lengua del invasor. Como me contaba una amiga francesa que llegó a dar clases en la isla de Rurutu, hace sólo 30 años, niños que nunca se habían sentado en una silla se ven, de golpe, en una clase en la que no se pueden mover, con una vestimenta extraña y obligados a utilizar una lengua que no conocen en absoluto.  

Estamos hablando de pleno S.XX, y de un país que presume de Igualdad, Libertad y Fraternidad. Un país que eligió esas islas lejanas para llevar a cabo, entre los años 60 y 95, un sinfín de pruebas nucleares que contaminaron de radioactividad toda la Polinesia. Ahora se sabe que también todos los países del planeta que se encuentran en la misma latitud.

Compensaciones que matan

Los ensayos nucleares, sobre todo los que se hicieron en el año 1995 durante la presidencia de Jacques Chrica, crearon un rechazo unánime de la población local, provocaron grandes disturbios y alimentaron las ansias independentistas de algunos sectores. Francia decidió paliar la situación a base de dinero. Las fuertes inversiones de todo tipo crearon miles de puestos de trabajo en la capital, Papeete, llevando a miles de jóvenes a dejar las islas en las que vivían plácidamente.

Un pueblo que había vivido hasta entonces de forma tranquila y relajada, y que se conformaba con el pescado y la fruta que obtenían sin demasiado esfuerzo, se acostumbran en muy poco tiempo a un estilo de vida muy diferente. Un estilo de vida que lo convierte en un consumidor de miles de productos de importación, ordenadores, móviles, potentes 4x4, motos acuáticas...

Tahití se convierte en una isla en que conviven grandes mansiones, lujosos coches, ostentosos yates y hoteles de lujo, para una minoría, con cabañas de madera y techos de ojalata, en donde vive la mayoría de la población. Los altos precios de la vivienda obligan a familias enteras, y muy numerosas por cierto, a vivir bajo el mismo techo.

La televisión no llegó a muchas islas hasta los años 80. La telefonía móvil, así como Internet, son carísimos y muy deficientes. La mayoría de personas que he conocido no tienen un correo electrónico. No tienen ordenador en casa y utilizan muy raramente Internet…

Francia, pero no!!

Las islas de la Polinesia Francesa son territorio francés, de ultramar, desde 1946. Desde el año 2004 disponen de autonomía, aunque dependen de Francia, que sigue enviando mucho dinero… Los supermercados son de cadenas francesas y uno puede encontrar los mismos productos que en Europa. Lo mismo ocurre con las farmacias, los concesionarios de vehículos o productos informáticos.

Pero aquí no funciona el euro, sino el franco francés de la polinesia (cfp), con unos billetes enormes, como los utilizados en Francia a principios de siglo. Y el modo de vida nada tiene que ver con el que uno encuentra en Francia. Los ciudadanos de la Polinesia, muy influenciados por el estilo de vida norteamericano, se han convertido en adictos a la cocacola, las hambuerguesas, las patatas fritas y otras porquerías similares. El resultado, unos niveles de obesidad alarmantes y unos cuerpos como los que uno encuentra en los Estados Unidos. Aunque eso aquí no parece preocuparles. La obesidad es un signo de riqueza y abundancia. Era un privilegio de los antiguos reyes.

No existen depósitos para los vehículos viejos que han dejado de usarse. No se reciclan. Por eso es muy habitual encontrar en el jardín de todas las casas uno o dos vehículos en proceso de oxidación. Tienen un grave problema con los desechos y residuos, cada vez mayores, que genera este estilo de vida. No se recicla. Todo se vierte en vertederos o se quema. Y empiezan a encontrarse con zonas muy contaminadas. Algunas de las playas de Tahití son un auténtico basurero de envases de plástico y tetrabricks. Pero eso todavía no parece inquietar a las autoridades locales…

Tampoco existen perreras. Los perros abandonados campan por doquier, urgando en las basuras y esparciendo los residuos por todas partes.

Y llegó la crisis

La crisis que azota Europa afecta también la Polinesia Francesa. No podía ser de otro modo, dada la dependencia económica de Francia. Este país ha empezado a reducir gastos. Ya no hay trabajo. Empieza a verse gente pobre, durmiendo por las calles, algo que varias personas me han confirmado que no se había visto jamás antes aquí. La pobreza ha hecho aumentar los robos y la inseguridad. En Tahití, ciudadanos franceses se han mudado a seguros condominios en el interior, dejando sus casas al lado de la playa.

La crisis también afecta a una de las principales actividades económicas de la Polinesia, el turismo. Muchos hoteles de lujo han cerrado. Los han abandonado, dejando el esqueleto de lo que fueron a la vista de todo el mundo, y ofreciendo una imagen triste y desoladora. Los que se mantienen abiertos a penas llegan a una ocupación del 50%, según me explicaron en la turística Bora Bora.

Corrupción Política

Este desbarajuste en todos los terrenos se explica fácilmente cuando uno analiza lo que han estado haciendo los políticos en este lugar del mundo. Primero las autoridades francesas y luego las autoridades locales. Parece ser que Jacques Chirac utilizó durantes años los Polinesia Francesa para realizar todo tipo de negocios de discutible legalidad. El vertedero principal de Tahití, responsable de contaminar una de las bahías más bonitas de la isla, por ejemplo, fue construido por una empresa cuya mayor accionista era, ni más ni menos, que la mujer del Presidente francés.

El actual presidente del parlamento autonómico, Mr Gaston Flosse, ha estado en prisión y todavía está inculpado en varias causas por corrupción. También se le acusa de ser el responsable de la desaparición de un periodista local que estaba a punto de publicar un informe sobre los turbios negocios de este. El caso sigue abierto. Me recuerda al Berlusconi italiano. Un ciudadano italiano me decía que no es que los italianos sean estúpidos, sino que están convencidos de que es la única persona que puede dirigir el país. Aquí he oído las mismas razones. O sea, hay delincuentes con derecho a delinquir…

Francia inventó a su vez otro sistema para, teóricamente, fomentar el desarrollo de los territorios de ultramar. Todos aquellos franceses que invirtieran allí, ya fuera comprando un apartamento, construyendo un hotel o unos grandes almacenes, quedaban exonerados de pagar impuestos durante 4 años. Uno de los hoteles más bonitos de Tahití permanece cerrado a cal y canto. Pasados los 4 años, al empresario francés que lo construyó ya no le interesaba mantenerlo abierto. Y allí está el cadáver. Ahora, el mismo empresario, está construyendo un gran almacén comercial. Supongo que también lo cerrará cuando se acaben los beneficios fiscales.  

Los franceses empadronados en la Polinesia gozan también de pensiones mucho más elevadas que las del resto del país. Eso ha llevado a infinidad de jubilados franceses a domiciliarse en las islas, en donde “se ven obligados” a permanecer 6 meses al año, como prueba de que viven allí. Es muy habitual encontrarse en las islas de la Polinesia parejas de jubilados que pasan medio año aquí y medio año en Francia. Sorprendente!

El futuro

El año 2014 el presidente Flosse, que se manifiesta totalmente en contra de la independencia, por tanto a favor de continuar perteneciendo a Francia,  convocará un referéndum sobre la autodeterminación. Lo hace convencido de que ganará el NO, y para dejar fuera de juego al partido independentista. Es como si el PP organizara en Catalunya el Referéndum por la Independencia…

Todo el mundo aquí parece convencido de que el SI no tiene posibilidades. Todo el mundo teme lo obvio, que si deja de llegar el dinero francés los habitantes de la Polinesia deberán volver a vivir como antaño, dada la falta de recursos de las islas. O sea, como viven sus otros vecinos del Pacífico, con grandes dificultades.


Aquí tampoco acaban de creerse demasiado la crisis que afecta a Europa, y que el gobierno francés haya empezado a reducir sus inversiones en las islas lo consideran algo coyuntural …

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